Recopilación y Prefacio por Ernesto Adduci
Prefacio | Los Relatos
BALEARES
Boris Nowalski
Administrador de Empresas
Mi primer viaje fue a México a los 8 años

Suelo viajar a Costa Rica una vez al año, por navidades, a visitar a mi familia y viejos amigos.  El viaje de regreso a casa siempre marca el fin del año y el comienzo de uno nuevo.  Cada año siento que el tiempo corre más de prisa y lo que antes parecía tan lejano cada vez se convierte más en una carrera por organizar el viaje que me lleve de vuelta a donde nací y crecí.  Este fin de año pasamos el fin de año en la Península de Osa, Cabo de Matapalo, donde hacía más de 15 años no había regresado¡Qué lugar tan maravilloso!

Desde el año 1999 vivo en Madrid donde inicialmente vine a estudiar, pero por esas cosas del destino, formé una familia y me establecí profesionalmente.  O sea que ya son quince navidades y quince años nuevos viajando de regreso a casa.  Quince años de ir y venir.  A veces me parece increíble lo rápido que estos últimos quince años han pasado.   Nunca me había parado a pensar en lo que esto simboliza hasta que un viejo amigo se puso en contacto conmigo y me pidió que escribiera la historia de algún viaje que haya marcado mi vida y que me haya impulsado a seguir viajando. 

Viajar siempre ha sido parte de mi vida, es más, siempre pienso que vivo de viaje.  El viajar me ha dado la posibilidad de conocer sitios nuevos, culturas distintas y gente maravillosa.  Gracias a los viajes he aprendido mucho sobre otras culturas, formas de vida y formas de pensar.  Pero más importante, siempre, durante cada viaje aprendo algo sobre mí mismo.

No sé exactamente cual viaje ha marcado más mi vida.  Desde que tengo memoria he viajado a muchos sitios y en situaciones muy distintas, ya sea por turismo, trabajo o por deporte.  El primer viaje que hice sólo sin mis padres que recuerdo fue cuando tenía ocho años. Viajé junto con el equipo de natación a México a participar de unos campeonatos infantiles de natación.  Después de ese viaje recuerdo otros viajes que realicé solo.  Por ejemplo los años en los que estuve en Estados Unidos en campamentos de verano o ya más mayor cuando viajé a Cambridge, Inglaterra, a un curso de inglés intensivo.  O cuando viajé con tres amigos y nos recorrimos toda la costa pacífica de México, desde San Diego a Baja California, pasando por Mazatlán y Puerto Vallarta hasta terminar en Puerto Escondido.

En todos los viajes que he realizado desde que tengo memoria, siempre hay un común denominador y es que además de conocer nuevas culturas y sitios nuevos, conoces a gente distinta a ti de la cual siempre aprendes algo nuevo.  Algo de eso habrá atrapado a aquel niño de ocho años que por primera vez viajaba solo fuera de su casa, porque desde entonces hasta el día de hoy no he parado de viajar.  Mi vida es un continuo viaje, un continuo aprendizaje de todo lo que hay en este gran, pero al final pequeño mundo en el que vivimos.

Este año al regresar a Madrid después de haber pasado unos días fabulosos en la playa en península de Osa, tuve que volver a coger el avión, esta vez con dirección hacia nuevos destinos.  Tengo un trabajo en el que tengo que viajar constantemente.  Soy director de desarrollo internacional de una universidad basada en Madrid, con lo cual una gran parte de mi tiempo lo paso viajando, visitando países que nunca pensé visitaría, trabajando con gente de culturas que jamás imaginé trabajaría.  Desde que regresé de visitar a mi familia en Costa Rica ya he estado en Bahréin, Omán, y Portugal y ahora mismo estoy planificando viajes a Kazajstán, Alemania y Azerbaiyán.

Pero probablemente el viaje que más cambió  mi vida fue un viaje que realicé en el 2001 a Palma de Mallorca.  Mallorca es la isla más grande del archipiélago de las Islas Baleares en el mediterráneo español.  Es un paraíso turístico, refugio de muchos nor-europeos que van en busca del calor, la luz, las playas de aguas turquesas cristalinas y el buen vivir de estas islas maravillosas.  Fue precisamente en este lugar donde en mi caso se alinearon todos los astros.

Recuerdo que hacia finales de los años ochenta y principios de la década de los noventa había un bar en San Pedro, en San José, Costa Rica, que se llamaba “Baleares”.  Me gustaba mucho ir a aquel sitio a tomar algo con amigos y escuchar los grupos de rock nacional que muchas noches tocaban allí su música en vivo.  Era un sitio muy pequeño, pero tenía algo especial.  Creo que este bar cerró hace muchos años. Pero veinte años después de frecuentar aquel bar, quien me iba a decir a mí que en un viaje a “Baleares” mi vida cambiaría.

El viaje a México con el equipo de natación a mis 8 años fue solamente el inicio de una larga carrera deportiva en la natación.  Nunca destaqué a nivel nacional ni internacional pero hasta el día de hoy he mantenido la disciplina de este deporte y la sigo practicando con regularidad.  En Julio del 2001 se realizaban en Mallorca los campeonatos europeos master de natación.  Junto con algunos compañeros del equipo de natación con el que entreno en Madrid decidimos viajar a Mallorca para participar de aquel evento.  Yo por mi parte pensé que sería una perfecta excusa para viajar y conocer un sitio que nunca había visitado.

Durante mis estudios en Madrid, Carlos, mi compañero de clasecon quien estudiaba cada día, tenía una novia enfermera, Bea, que la destinaban a trabajar en un hospital de Mallorca.   Mejor no podía ser, un viaje para visitar un sitio nuevo, poder hacer deporte durante el viaje, mi deporte favorito de toda la vida, la natación  y además coincidir con mi compañero de estudios con quien podría explorar la isla.

Mi compañero Carlos le había pedido a una conocida suya, Eva, que acogiera a su novia que se mudaba a Palma de Mallorca en su casa mientras se adaptaba a la nueva ciudad.  Eva no era muy amiga de Carlos pero a él esto no le importó y como dicen aquí en España, le echó morro al asunto (no le dio ninguna vergüenza) y le pidió a Eva que hospedara a su novia en su casa.

Cuando le comenté a Carlos que iría a Palma de Mallorca durante ese fin de semana en que se realizaban los campeonatos de natación él me comentó que él también estaría allí con su novia y que tal vez podríamos hacer algunos planes juntos. Yo estaba encantado, ya que siempre en cualquier viaje si uno tiene la posibilidad de estar con alguien del lugar que te pueda recomendar y llevar a los mejores sitios, los viajes se hacen mucho más agradables y conoces y aprendes mucho más del lugar.

El día que quedamos todos para salir después de mi competición de natación mi amigo Carlos vino con su novia Bea y con  Eva, la chica donde su novia se estaba alojando.  Después de un par de horas de hablar, noté que Eva me empezaba a gustar.  Estuvimos aquel fin de semana saliendo y paseando por Mallorca y al final del viaje le dije a aquella chica tan bella y simpática que algún día ella y yo firmaríamos algún contrato que nos ataría de por vida.  Al cabo de 3 años de aquel encuentro, Eva se convirtió en mi esposa.

Los astros se habían alineado para que en aquel viaje, en aquel sitio tan bello en el Mediterráneo, conociera a la que sería mi mujer, con quien me casaría y formaría una familia.  Aquel viaje cambió mi vida.  Por un lado estaba la natación, un deporte que había practicado toda mi vida, que me había dado la posibilidad de viajar, es más, me había permitido hacer mi primer viaje solo sin mis padres, se había convertido en la excusa perfecta para hacer otro viaje a conocer un lugar nuevo.  Las casualidades de la vida, de que justo a la novia de mi compañero de estudios la hubieran transferido a trabajar a Palma de Mallorca y que a él no le hubiera importado nada pedirle a aquella chica que él prácticamente no conocía si podía acoger a su novia. Justamente todos estos factores se presentaron en aquel preciso momento y además acontecieron en este lugar tan especial: “Baleares”; en este caso las islas Baleares.  Además, cada vez que me daba cuenta que estaba en las Baleares este nombre invocaba en mi tantos recuerdos buenos de aquel sitio que tanto me gustaba frecuentar durante mi juventud en San José.  Todo parecía que había ocurrido por alguna razón y gracias a aquel viaje mi vida cambiaría.

Por cierto, Carlos terminó con Bea unos cuantos meses después de aquel viaje y ya nunca más volvieron a estar juntos.

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