Recopilación y Prefacio por Ernesto Adduci
Prefacio | Los Relatos
EL ROCK, EL FUTBOL AMERICANO Y LA COMIDA MEXICANA
Sergio Ickowicz
Diseñador Industrial
Mi primer viaje fue a México en 1980
A finales del año 1980 mis padres me “mandaron”  por un periodo de un mes a la casa de la familia Lederman en México DF. Yo tenía solo 10 años.

No era la primera vez que me subía en un avión y a pesar de que viajaba junto con dos amigos y de que nos hospedamos en la casa de una familia conocida, este fue para míel primer viaje solo. El objetivo principal del viaje era perfeccionar el deporte que practicaba desde los 5 años, la natación. Por esta razón entrenamos dos veces al día y participamos en varias competencias. Este no era un viaje de placer. Recuerdo que también lloraba algunas noches escondido en el baño porque extrañaba mucho a mis padres.
Este viaje me hizo crecer, me enseñó a ser independiente y a valerme por mi mismo.
Pero lo más memorable de aquel fin de año en ciudad de México, son tres cosas que nunca antes había visto ni experimentado y que hasta el día de hoy son parte de mi vida.

Tengo claramente en mi memoria como David Lederman nos hacía escuchar sus discos de Los Beatles, con anécdotas de las portadas de los álbumes y explicaciones de las letras. Su canción favorita era “Revolution No. 9”. Antes de este viaje no sabía nada de los cuatro grandes.

A los hermanos Lederman, aunque eran originalmente de Chile, una vez en México los atrapó la fiebre del American Football y ellos me la pegaron a mí. Me enseñaron las reglas del juego, aunque debo decir que unos cuantos domingos no fueron suficientes para entenderlo por completo. En enero del ‘81, experimente mi primer Súper  Domingo cuando se jugó el  Super Bowl XV, entre los Raiders y los Eagles. Ganaron los de Oakland.

En la casa de la familia Lederman, con seis muchachos nadando dos veces al día,  se comía mucho y  se comía muy bien. Sin embargo, el día que me tocó enfrentarme por primera vez con una típica torta de mole mexicano, las cosas no terminaron nada bien. Me toco correr al baño, pero no de melancolía. Hoy en día, cada vez que disfruto de un delicioso plato de mole bien condimentado y bien acompañado me recuerdo con orgullo del esfuerzo que hice por tragarme aquella torta si arrugar la cara.
Aquel fin año de 1980, me abrió los ojos al mundo de la música, de los deportes y de la gastronomía, nada mal para un chiquillo de 10 años que viajaba por primera vez solo, lejos de su casa.

Por siempre agradecido con mi mamá y mi papá por haberme dado la oportunidad.

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