Recopilación y Prefacio por Ernesto Adduci
Prefacio | Los Relatos
PLACER EN LA VIDA
Ursula Valverde
Chef
Mi primer viaje fue a Panamá en 1974


La sensación de estar sentado en un avión, cualquiera que sea el destino, es fabulosa. La mezcla entre miedo, sudor de manos y felicidad de ver por la ventana son una emoción para mi inexplicable.

Desafiar las reglas que nos limitan al suelo es tener libertad y la seguridad de que al otro lado encontraremos cambio, sorpresa, novedad.

Mi idea del trabajo perfecto siempre fue ser escritor para una revista de viajes. Encontrar historias dignas de contar, describir destinos con tal precisión que hasta la mente menos creativa pudiera construir la imagen de un lugar nuevo, meparecía tremendamente atractiva. Siempre que leía un nuevo artículo, no podía dejar de pensar “que afortunado el autor” y aunque nunca perseguí la oportunidad de dedicarme a esto, si he tenido el placer de viajar mucho.

Siempre se ha dicho que cada cabeza es un mundo y no hay duda, todos somos diferentes. Nuestra cultura, costumbres, raíces, nos marcan el pensamiento y laúnica forma de entender el mundo es conociéndolo persona a persona, lugar por lugar. Así como quienes nos rodean nos cambian con su presencia en nuestros vidas, los destinos se clavan en la memoria y cada color, cada sabor, cada calle, cada palabra en una lengua nueva se vuelven nuestros. Los “gringos” le llaman a eso ser “rounded”; redondo, esférico, derivado del criterio de la perfección del círculo. Entre más conocemos,más completos somos.

Hay lugares que sorprenden con su grandeza: Roma, Viena, Berlín. Otros por el color: Burano, Praga, Marruecos. Belleza natural: Capri. Comida: Barcelona. Arquitectura: Valencia. Puedo seguir con millones de atributos como destinos en el mapa, pero el lugar que más ha cambiado mi vida sin duda es París.

El simple pensamiento me trae una sonrisa a la cara, perfume en mi nariz, macarons en la boca y no voy a mentir, un poco de dolor de pies. Siempre romantizada, inmortalizada, fotografiada, razón por la cual Francia es el paísmás visitado del mundo, esta ciudad me enseñó que la vida se debe vivir con placer. 

Como turista, da el placer de ver a la Mona Lisa de frente, ver las luces de la Torre Eiffel parpadear mientras uno toma una copa de champagne sentado en el pasto y algo tan simple como entrar a una panadería, comprar un baguette, morder y entender lo que el pan realmente debe ser.

París da la oportunidad de abrir las ventanas hacia la calle y descubrir esplendor. El fantástico sonido de sus voces, caminatas eternas por jardines perfectos, crepas de chocolate y avellanas en las esquinas, el acordeón sonando en el Louvre -aunque puede que esté sesgada porque mi padre tocaba el acordeón y me encantaba su música- Paris no tiene contendiente.

Pero todo esto, por extraordinario que sea no nos cambia la vida, una ciudad no nos cambia, nos cambia como la gente la vive y con ellos, lo que descubrimos dentro de nosotros.Ahíaprendí  que exprimir una naranja en la mañana no es difícil  y que ese jugo siempre sabe mejor que cualquiera que venga en un cartón. Que uno siembra un jardín para tener flores frescas en la casa y si no es bueno con la jardinería, comprar una cada semana. Una flor no quiebra a nadie, no hay que esperar cumpleaños o aniversarios, la vida y la belleza  se admiran todos los días.

Que la inmensidad de la Piazza San Pietro y la histeria colectiva de ver al Papa en la misa del domingo, se superan en la sencilla Iglesia de Saint Germain de Pres con un angelical coro de niños, unas galletas y vino espumante al final, uniendo a la comunidad. Que la taza  de café es chica y el tiempo en que se toma eterno. Que las mesas y las sillas deben ser pequeñas, no solo para que no nos crezcan demasiado las carnes, sino para estar siempre cerca de quienes compartimos. Que los platos de comida deben ser pequeños y la conversación larga. Que alrededor de la cuadra hay cientos de establecimientos vecinos que hacen cosas singulares que no vemos por no caminar. 

En esta vida nuestro deber es hacer lo que nos da placer, normalmente esto está ligado directamente a nuestro talento. Como en todo trabajo habrádías buenos y malos, pero siempre podemos encontrar magnificencia, perseverancia, satisfacción.

París me enseñó que yo quería darle de comer a muchos, que quería cocinar cada díamás y mejor y hacer mucha gente feliz en una mesa. Este es mi talento yese es mi placer.

Para encontrar lo que nos mueve el alma, hay que viajar. Y no se trata de estar roto, o perdido, todos los viajes nos enseñan algo sobre el destino y sobre nuestro destino.

¡Bon voyage!

Síganos: